En medio de una discusión
acerca de las «formas» de la adoración algo absolutamente insignificante que,
no obstante, distrae a muchos. Cristo lleva a la mujer a pensar en la esencia
de la adoración. Jesús utiliza la frase «verdaderos adoradores», lo que nos
indica que existe una clase de adorador que en realidad no lo es; es, más bien,
uno que asume el papel de adorador. Es decir, conoce las posturas y las frases
del adorador y las imita, normalmente cuando otros le están observando. La
característica más sobresaliente de esta persona es que solamente «adora» en
las reuniones.
No tiene una vida personal de adoración, y por eso no puede ser considerado un verdadero adorador. ¿Se da cuenta por qué es secundario si la adoración debe ser con guitarra, con piano o con batería? ¿Si las canciones deben ser modernas o himnos? ¿Si es necesario poseer o no una consola último modelo? El verdadero adorador convierte cada circunstancia de la vida en un encuentro con Dios. Ve la mano de su Señor en todos lados y esto despierta en su corazón un cántico de gratitud y adoración.
Para el falso adorador, la
adoración es una actividad, un «relleno» para rellenar tiempo en la
reunión.Para que no existan dudas al respecto, Jesús revela que el verdadero
adorador es el que adora en Espíritu y Verdad.Cuando Cristo habla del verdadero
adorador, no está describiendo las actividades de una persona; está haciendo
referencia a lo que una persona es. De la misma manera que nosotros podríamos
describir a una persona por su origen, diciendo que es griega, polaca o
española y se entendería que esto no se refiere a una actividad sino a su
identidad, Cristo identifica a ciertas personas dentro del reino por el corazón
que poseen: son verdaderos adoradores del Padre.
Para que no existan dudas al respecto,
Jesús revela que el verdadero adorador es el que adora en Espíritu y Verdad. Es
una persona que combina la realidad espiritual producida por el Espíritu de
Dios (pues nadie puede relacionarse con Dios si no es por medio del Espíritu)
con la purificación del ser interior que viene por medio de la Verdad eterna.
Es decir, es una persona que refleja en todo su ser la relación en la que está
profundamente envuelta. La adoración es, en últimas instancias, el resultado de
un dramático y profundo encuentro con Dios.
Hemos estado observando cómo la
Palabra confronta a la Mujer Samaritana, pero ahora la revelación de Cristo nos
confronta a nosotros. ¿Es usted un verdadero adorador? ¿Se puede decir que la
adoración es una de las marcas que lo distingue como discípulo? ¿O es usted uno
más de esa inmensa multitud de personas que «adoran» 45 minutos por semana?
¿Será que nuestro «estilo de adoración» revela que Cristo ocupa apenas las
periferias de nuestra vida? «Señor, yo sé que en mi vida lucho con la tentación
de ser religioso, es decir, de limitar mi relación contigo a una serie de
eventos por semana. ¡Líbrame de esta tendencia! Dame un oído atento a tus
invitaciones permanentes a la intimidad. Revélate en la calle, en el hogar, en
el trabajo, para que mi día todo pueda ser una contemplación de tu persona.
¡Haz de mí un verdadero adorador! Amén.»
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